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Lo que no sabías de la caída de la Primera República en Venezuela. Cuentos de La Rana.






Pérdida de la Primera República en Venezuela

Capítulo fabulado de la historia de Venezuela producto de la febril imaginación de su autor, Luis E. Marval Hidalgo, quien además es editor, transcriptor, corrector, bedel y novio de la madrina de Notirana, una mirada fría a las noticias

Si Notirana no lo conoces o no ha llegado nunca a tu WhatsApp, entonces no te has perdido de gran cosa, así que mejor escucha a Rosalía, Jennifer López o Bad Bunny, quienes al decir verdad tampoco sirven mucho, pero a la gente les gusta más.

Y ahora, sin más habladera de pendejadas, lo que todo el mundo pide a gritos: La historia según Bátrax, la Rana encantada. 
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Venezuela, año 1812. El país era una república bebé que hacía menos de 1 año había declarado de manera unilateral su independencia de España y de su rey Fernando VII.

Un oficial patriota, espía y traidor, Francisco Fernández Vinoni, destacado en el castillo San Felipe, en Puerto Cabello —el bastión militar más vergatario e  importante de la Primera República (había full armas, pólvora y municiones)—, y donde el coronel Simón Bolívar era el oficial jefe (en latín tardío el chivus maximum meatorum altus), aprovecha un descuido de la guarnición: Bolívar está fuera de la fortaleza militar asistiendo a la boda del segundo oficial al mando del castillo, Aymerich, oséase, las dos cabezas militares del fortín estaban en una fiesta celebrando, bailando y cayéndose a palos de lo lindo. 

El traidor Fernández Vinoni inventa el refrán "la oportunidad la pintan calva", abre las celdas de los reos realistas y les provee armas al grito de "Viva Fernando VII y la madre que lo parió". El castillo cae vencido sin resistencia alguna porque los soldaditos patriotas y un subtenientico que estaban de guardia no sabían qué hacer. No había oficiales rankeados disponibles que dieran las órdenes. 

El generalísimo Francisco de Miranda, por su parte, está al mando de las fuerzas republicanas del país desde que el anterior jefe militar, el Marqués del Toro, había puesto la torta con velitas y todo perdiendo Valencia, pero el generalísimo tiene las arcas de la naciente república guindando sin ser bolas de Navidad, tiene bloqueo naval español, no cuenta con el apoyo popular ni con el de muchos curas quienes desde el púlpito y sin tapujos se manifiestan pro Fernando VII, no tiene suficientes armas, ni municiones, ni soldados y, de pasapalito, enfrenta una rebelión de esclavos negros y de la tropa hambrienta quienes se cambian el paltó, desertan al bando realista y en el camino se entretienen masacrando y asaltando a criollos. 

Miranda entona una conocida canción de la Revolución Francesa: "No tengo dinero/ ni nada que dar/ lounicoquetengo/ esamorparadar". 

En el bando realista, el capitán de la Regencia española, Domingo de Monteverde, viene a paso de vencedores desde Maracaibo (ciudad que se mantenía leal al rey español) arrasando y fusilando a cuanto patriota y alzaíto se le atraviesa en el camino desde Coro, pasando por Barquisimeto y Valencia. Sus soldados tararean una cantinela cantada por la reina taína Anacaona y su músico real, Luis María Billo Frómeta, y transmitida por tradición oral a la tropa: "La Sonora está llegando (bis) / y Monteverde arrollando como es (bis). 

Monteverde llega a Puerto Cabello. 

—¡Joder, tío!, —dice Miranda— solo falta que me orine un perro.

Bolívar y Aymerich, por su parte, siguen haciendo el trencito en la pachanga de la boda al grito de "Conga conga conga". 

Miranda resiste el ataque monteverdiano, quien bombardea al pueblo de Puerto Cabello y a las goletas patriotas, de las cuales solo una de ellas —y de chiripa— se salva. Envía pedidos de ayuda urgente al coronel Bolívar. 

—¡¿Dónde hostia está Bolívar?! —pregunta en perfecto griego el generalísimo. 

Miranda espera nervioso (comiéndose las uñas) al  contraataque, a los refuerzos, a un milagro, es decir, a Bolívar y su Combo Latino, ya que aún no existía el VII de Caballería.

Peeero el coronel Bolívar no aparece, tiene una rolitranco de pea tras tres días de francachela por la boda de su pana Aymerich y resucita varios días después del pedido de auxilio mirandino. También Bolívar se entera en ese momento de que su propio castillo al mando, el de San Felipe, cayó en manos realistas sin que hubiese un tirito de triqui-traqui, manque sea.


—¡¿Que qué?! —dicen que le oyeron gritar cuando una sirvienta le despertó para informarle las noticias que había escuchado en CNN, ya que se habían agotado las ediciones de los periódicos El Nacional y Panorama. 

Bolívar escribe una carta urgente (que aún existe en físico) al generalísimo Miranda, donde apenado reconoce que no está en condiciones de ir en auxilio de naiden, ni de responder ni organizar nada, que solo quería tomar una sopita de papas o una sopa Maggy de Pollo con Fideos, agua o Gatorade y ponerse hielo en la cabeza para el mamarro dolor de cabeza por la resaca que tenía. 

Además, el coronel Bolívar solicita al generalísimo en dicha carta que le conceda varios días para recuperarse de la mona y, de paso, enterarse de qué carajo había pasado en el castillo de San Felipe durante su ausencia ya que no comprendía ni el cómo ni cuándo había sido tomado por el enemigo realista.

Monteverde desde el fortín tomado, sigue bombardeando la ciudad y arrasando las casas de Puerto Cabello. La soldadesca le arena con un: "¡Daaale, daaale! /que tú puedes". Está feliz, gozando una ola y parte de la otra porque tiene pertrechos, pólvora, internet y víveres —cómodo— para tres meses, según confiesa Bolívar a Miranda en otra carta. 

Otro detallito: los Corianos (un aguerrido destacamento de Monteverde) controlan la fuentes de agua dulce de la ciudad, por lo que los soldados patriotas defensores de Puerto Cabello tenían Mañanita, Tang y Kool Aid en sus busacas, pero no había agua en las cantimploras donde menearlos. 

El ejército defensor, al mando de Bolívar, no logra dar pie con bola: está en desventaja numérica; en posición de tiro al blanco de los realistas; sin agua potable; descontento; algunos soldados hasta arrechos porque les debían la última quincena; desmoralizado; y con cada vez más desertores. Tiene dos opciones: morir en el intento tratando de defenderse de la lluvia de balas y cañonazos que lanzaban desde las alturas del fortín o decir "paticas ¿pa qué te tengo?"  y sumarse a la población civil quien huía de la ciudad dejándola desierta. Adivina qué eligió la tropa... 

Miranda se rinde y firma en San Mateo la capitulación ante el regente realista Domingo Monteverde. Chao pescao a la Primera República. No llegó al añito de vida. 

Bolívar se esconde en la casa del marqués Casa León. Detienen a Miranda y a Bolívar; eran jefes militares antimonárquicos y no podían salir lisos, sin embargo les dan trato como los oficiales que son y de acuerdo a las normas de trato existentes para la época entre caballeros oficiales, es decir, no los muelen a carajazos ni los llevan a la cárcel La Tumba en El Helicoide. Ya esto comienza a oler raro, porque Monteverde venía fusilando a todos. Bolívar canta a los realistas y luego ante los oficiales patriotas una conocida canción popularizada por la joven promesa del canto de esa época, la maracucha Lila Morillo: "Si te vienen a contar/ cositas malas de mí/ manda a todos a volar/ y diles que yo no fui". Se embarcan para La Guaira. 

Dicen que en los acuerdos de la capitulación se establecía que Miranda regresaría a su casa, en Inglaterra, y no regresaría a Venezuela.  Yo creo que Miranda quería poner pies en polvorosa ya que acá no iba pa'l baile, bueno, es que ya no había baile y además tenía cuentas pendientes con los españoles y sabía que las pasarían al cobro sin aviso y sin protesto. 

Miranda con sus macundales y su sirviente se aloja en La Guaira en una posada mientras espera la llegada de un barco que lo retorne a Londres, donde le esperan su esposa y dos hijos. Desde Curazao, su gobernador, pana de Miranda, envía la goleta Saphire al mando del capitán Haynes con la misión de proteger a Miranda, sus archivos y llevarlo a Londres.

El general Monteverde incumple los acuerdos firmados en la capitulación y, en la madrugada del día antes de la partida, los españoles le ponen los ganchos a Miranda enviándolo a la prisión La Carraca, en Cádiz de donde no saldría vivo. 

Dicen que fueron los propios militares patriotas quienes entregaron a Miranda a los españoles, pero te preguntarás por qué si en verdad eso ocurrió, Monteverde no aprovechó y apresó a toiticos los oficiales patriotas que le llevaron el regalo; habría sido caída y mesa limpia patriota y sanseacabó. 

A Bolívar no le ponen las esposas ni lo detienen, (¡qué raro!, esto me güele a tráfico de influencias), ¿por qué no tocaron a Bolívar si Monteverde lo tenía listo pa la olla y, además, venía fusilando sin miramientos a cuanto oficial patriota apresaba? 

Bueno, el chisme que no sabías es que el capitán de la goleta que llevaría a Miranda y a Bolívar presos-detenidos, recibió una misteriosa cartica escrita por el mesmísimo general Monteverde y, tras leerla,  liberó a Bolívar y a otro señorito oligarca cuyo nombre se me escapa en este momento. A Miranda, se lo llevan encanado. Suena a "recomendación"; historia que según vemos no ha pasado de moda y sigue vigente en Venezuela. Otros dicen que la carta fue al capitán Haynes, quien tras leerla entregó a Miranda a los españoles. Otros aseguraron que fue Bolívar quien entregó al viejo generalísimo. 

Donde los historiadores coinciden es que Miranda, rumbo a Cádiz, rumiaba una vieja canción rusa: "Esa carta desgraciada/ puño y letra de mi amada/..." 

Sigo y resumo: Miranda con los ganchos puestos rumbo a prisión en España, pese a los acuerdos de la capitulación. A Bolívar, quien también era un comecandela antimonarquía española (aunque perdió el castillo por negligencia), y a un pana de él los dejan libres, sin cargos.
  
Váyasemen los dos derechito pa su casa, y no se vuelvan a meter en peo, ¿me oyeron?, porque la próxima vez ni Bambarito los salva. Y tú, Bolívar, el capitán general Monteverde te envía un pasaporte para que puedas ir de shopping y a visitar las playas en Curazao. 

¡Bochinche, bochinche, esta gente solo sabe hacer bochinche!, dijo Miranda cuando lo apresaron y entregaron a los españoles.

La goleta Saphire con su capitán Haynes parte a Curazao sin Miranda, aunque con su archivo personal, un bojote de manuscritos ultravaliosos que pasarían casi 100 años guardados en Londres hasta que un historiador venezolano se entera de la cuestión y logra traerlos a Venezuela tras el pago en cash al dueño de turno de los documentos. 

Sigo. ¡Bolívar está LIBRE!  ¿Libre? ¿Acaso no era también un conspirador, un alzaíto y enemigo de la corona española? 

—¿Y-cómo-así queda libre, vea busté? —preguntarás. 
 
"Comenzaron los detallitos..." (Rubén Monzón Echenique dixit). 
 
Pues, arresulta que el segundo apellido del capitán general realista, Domingo de Monteverde, es Ribas. Su nombre completo es Juan Domingo Francisco de Paula José Rafael del Sacramento de Monteverde y Ribas.

¿Leítesss bien?: Monteverde y Ribas, ¡primo hermano del prócer patriota José Félix Ribas!

Curioso: un primo realista y el otro patriota, pero primos. ¿Y con quién estaba casado el prócer José Félix Ribas?, pues con María Josefa Palacios y Blanco, hermana de María de la Concepción Palacios y Blanco, mamaíta querida de Simón Bolívar. Por eso, J. F. Ribas era tío político del Simón. Así que el diálogo entre María Josefa y su marido, José Félix Ribas, no es difícil  imaginar:



             ACTO PRIMERO

             MARÍA JOSEFA 
               (ALARMADA)

—José Félix, querido, ¿supiste que apresaron a Simoncito y dicen que lo van a montar en la jaula y llevar encanado a Cádiz?


          JOSÉ FÉLIX RIBAS 
           (TRANQUILAZO)

—Sí, lo sabía, amorcito lindo.

 
—Pues, me parece que debes ir a hablar con tu primo Domingo para que arregle eso y lo suelten. Simoncito, mi sobrino bello... pobrecito... sabes muy bien que yo velo por sus ojos desde que murió mi hermana, que Dios la tenga en su santa gloria.
 

—¡Ajá!, bien hecho. ¿Quién lo manda a ser revolucionario? Él sabía del berenjenal donde se estaba metiendo, pese a que se lo advertí, así que sarna con gusto no pica, y si pica no mortifica. 


                (MIMOSA) 

—Pero, querido esposo, así son los jóvenes: impetuosos, irreflexivos, incansables, fogosos, como tú cuando me llevabas detrás de la mata de mamón macho en el patio de mi casa, cuando no nos veían, ¿no te acuerdas?... 

                
          (CARRASPEANDO) 

—Bueno, María Pepa, pero eso lo decidió mi primo Domingo, y ahora él es la autoridad máxima y quien da las órdenes en Venezuela. Donde manda capitán no manda marinero. 
 
                                    
                   (SERIA)

—Y acá en esta casa la autoridad máxima soy yo, así que te lo advierto, José Félix, o hablas YA con tu primo para que libere a Simoncito o a partir de esta noche dormirás solito en el sofá de la sala, ¡ah!, y olvídate de que te daré solomo de cuerito vuelta y vuelta en las noches.


               (ALARMADO)

—¡Pero mi amor!, no me eches esa vaina. Si yo no he hecho nada.


—Justo eso: no has hecho nada. Anda a hablar ya con tu primo: quiero a Simoncito libre y sin expediente.
 

—María Pepa, amor mío, no seas así. ¿Qué culpa tengo yo si la rana salta y se ensarta?
      
                 (ARRECHA) 

—¡Chito. No se hable más! Guerra avisada no mata a soldado.


                     //////////


     JOSÉ FÉLIX RIBAS SE RETIRA
     (REZONGANDO EN VOZ BAJA) 

—¿Y yo qué tengo que ver en este entierro?... Si se enteran en el bar de mi compadre, Carlos Ríos-Lemoine, seré el hazmerreír del Marqués del Toro y de Juan Germán Roscio. Todo por culpa de las vainas del sifrinito Simón. ¡Qué rechera le tengo! 
                              

                        /////////

     
             ACTO SEGUNDO

ESCENA EN UN DESPACHO MILITAR CON DOS HOMBRES UNIFORMADOS


           JOSÉ FÉLIX RIBAS
              (PREOCUPADO)

—Coño, primo, estoy metido en un verguerón con mi esposa y necesito que me hagas un favor.


     DOMINGO DE MONTEVERDE 
                    (GUASÓN) 

—¡Hostia!, ¿un lío con la macaurel esa de María Josefa?, ¡coñóóó!... No sé qué habrás o no habrás hecho, primo querido, pero si ella está arrecha contigo mi sugerencia es que pidas asilo diplomático urgente en Alaska, que se la van a vender a los gringos. Ji, ji, ji. 


—Sí, búrlate búrlate, estás graciosito..., te espero en la bajaíta, pero en parte es por tu culpa. Primo, necesito un favor... 

—Decidme, primo querido, para qué soy bueno, bien sabéis que conmigo podéis contar, contimás ahora, cuando soy el mascalacachimba acá en la Provincia de Venezuela, y más si es para salvarte de la Inquisición con la tigra mariposa de tu esposa. 
 
—Se trata del sobrino de María Josefa, el coronel Simón Bolívar... 
               
                   FIN 1


Y así, Miranda salió engrillado rumbo a La Carraca para no salir vivo de allí y Bolívar quedó sin que los realistas lo tocasen ni le abrieran ficha policial.


Luego, unos desilustrados dijeron que Miranda traicionó a la República; otros, que Bolívar traicionó a Miranda; otros más allá, que Miranda y Bolívar se tenían tirria; que Bolívar entregó a Miranda a los españoles; que Miranda fue pendejo; que Monteverde le tenía ganas a María Josefa; que a Miranda lo compraron los realistas; que fueron los militares patriotas instigados por el Marqués del Toro y algunos mantuanos quienes apoyaron el arresto a Miranda porque alguien tenía que pagar los platos rotos; que si patatín patatán..., pero ahora tú sabes la historia
        
                      FIN 2
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Esto ha sido otro apasionante capítulo de La historia fabulada según Bátrax, la Rana encantada. 
¡No pierda más su tiempo leyendo otros capítulos de esta serie, lea Cosmopolitan! 
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Dedicado a Carlos Bustillos Petit, en ocasión de su cumpleaños

Luis E. MARVAL HIDALGO.
7-6-2024 d. C.

Comentarios

  1. Jajajajajajajajajaja toda tu genialidad y creatividad reunida en tan lindo gesto. Le historia contada asi tiene otro son! Un abrazo fraterno desde los EEUU

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