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Lo que no sabías de la caída de la Primera República en Venezuela. Cuentos de La Rana.






Pérdida de la Primera República en Venezuela

Capítulo fabulado de la historia de Venezuela producto de la febril imaginación de su autor, Luis E. Marval Hidalgo, quien además es editor, transcriptor, corrector, bedel y novio de la madrina de Noti-Rana®una mirada fría a las noticias

 

Si no conoces Noti-Rana® o no ha llegado nunca a tu WhatsApp, entonces no te has perdido de gran cosa, así que mejor escucha a Rosalía, Jennifer López o Bad Bunny, quienes al decir verdad tampoco sirven mucho, pero a la gente les gusta más.

 

Y ahora, sin más habladera de tonterías, lo que todo el mundo pide a gritos: La historia según Bátrax, la Rana encantada. 

                     --------

 

Venezuela, año 1812. 


El país era una república bebé que hacía menos de 1 año, el 5 de julio de 1811,  había declarado de manera unilateral su independencia de España y de su rey Fernando VII. Fue llamada la Primera República.

 

Un oficial patriota, espía y traidor, el subteniente Francisco Fernández Vinony, destacado en el castillo San Felipe, en Puerto Cabello —el bastión militar más vergatario e  importante de la Primera República (había full armas, pólvora y municiones)—, y donde el coronel Simón Bolívar era el oficial jefe (en latín tardío el chivus maximum meatorum altus), aprovecha un descuido de la guarnición: Bolívar está fuera de la fortaleza militar asistiendo a la boda del segundo oficial al mando del castillo, el teniente coronel Ramón Aymerich, oséase, las dos cabezas militares del fortín estaban en una fiesta celebrando, bailando y cayéndose a palos de lo lindo. Posteriormente se supo que Vinony contó con el apoyo de otro oficial, Rafael Hermoso, oficial de contaduría quien la noche anterior desertó del castillo y dio información a los realistas de los planes y la situación allí. 

 

El traidor Fernández Vinony inventa el refrán "la oportunidad la pintan calva", abre las celdas de los reos realistas y les provee armas al grito de "Viva Fernando VII y la madre que lo parió". El castillo cae vencido sin resistencia alguna porque los soldaditos patriotas y un subtenientico que estaban de guardia jugando truco no sabían qué hacer, ni con los alzados ni con las cartas. Otros soldados habían sido comprados por los propios presos políticos del castillo quienes, pese a las advertencias de Miranda al comandante de la plaza, mantenían activo contacto con los partidarios de la causa realista en Puerto Cabello. No había oficiales rankeados disponibles que dieran las órdenes. Bolívar escribiría posteriormente del traidor Vinony: "... este oficial, indigno de serlo, es un hombre de una conducta detestable, sin honor y sin talento. Yo ignoraba todo".

 

El Generalísimo Francisco de Miranda, por su parte, está al mando de las fuerzas republicanas del país desde que el anterior jefe militar, el Marqués del Toro, había puesto la torta con velitas y todo perdiendo Valencia, pero el Generalísimo confronta serios problemas: las arcas de la naciente república están guindando sin ser bolas de Navidad; tiene bloqueo naval español; no cuenta con el apoyo popular ni con el de muchos curas quienes desde el púlpito y sin tapujos se manifiestan pro Fernando VII; no tiene suficientes armas, ni municiones, ni soldados y, de pasapalito, enfrenta una rebelión de esclavos negros y de la tropa hambrienta quienes se cambian el paltó, desertan al bando realista y en el camino se entretienen masacrando y asaltando a blancos criollos a quienes consideraban como sus enemigos verdaderos.  A eso se suma que el coronel Bolívar, nombrado como responsable de la plaza de Puerto Cabello por el propio Generalísimo (aunque a regañadientes), era impopular entre los oficiales del castillo de San Felipe y había tenido altercados con algunos de estos, quienes no estaban contentos con su nombramiento, incluso en uno de tales altercados hizo arrestar al comandante de artillería, el teniente coronel Taborda, lo cual arrechó más a los otros oficiales.  Bolívar tampoco era popular entre los pobladores de Puerto Cabello, quienes lo veían como un sifrino mantuanito tirano hijo de su madre, por las medidas que este tomaba sospechando que muchos de ellos apoyaban al rey Fernando VII (en esto Bolívar tenía razón). 

 

Miranda entona una conocida canción de la Revolución Francesa: "No tengo dinero/ ni nada que dar/ lounicoquetengo/ esamorparadar". 

 

En el bando realista, el capitán de fragata de la Regencia española, Domingo de Monteverde, vino con un ejército desde Puerto Rico a aplacar la insubordinación al rey, «¿Qué guarandinga es esa de Independencia de los venezolanos? ¿Quién les dio permiso?, había preguntado vía fax el rey Fernando VII a Monteverde, y cerraba el memorándum con: Id inmediatamente a mi colonia y ponga orden en la pea, so pena de ponerle yo mismo a usted garrote vil, pero no en el cuello, sino en las mochilas, pa que sufra y quede con voz de tenor para siempre.». Así que Monteverde, evaluando su futuro como tenorino en un coro de seminaristas, agarró su luncherita de viaje y navegó con un ejército hasta Venezuela, desembarcó en Coro y venía a paso de vencedores desde Maracaibo (ciudad que se mantenía leal al rey español) arrasando y fusilando a cuanto patriota y alzaíto se le atravesaba en el camino pasando por Barquisimeto y Valencia. Los soldados del rey español tararean una cantinela cantada por la reina taína Anacaona con arreglo del músico dominicano, Luis María Billo Frómeta, y transmitida por tradición oral a la tropa: "La Sonora está llegando (bis) / y Monteverde arrollando como es (bis)". 

 

Monteverde llega a Puerto Cabello. Tiene armas, municiones, soldados, gente adicional que se le suma en contra de los muchachitos ricos independentistas, comida, agua y rial.

 

—¡Joder, tío! —dice Miranda—, solo falta que me orine un perro.

 

Bolívar y Aymerich, por su parte, siguen haciendo el trencito en la pachanga de la boda al grito de "Conga conga conga".  La conspiración y rebelión en el castillo de San Felipe, con presos políticos de importancia, soldados comprados, oficiales descontentos con Bolívar y civiles en Puerto Cabello, continúa viento en popa. Toman el castillo y se apoderan .

 

Miranda se entera del fiasco, da órdenes de recapturar el castillo y resiste el ataque monteverdiano, quien bombardea al pueblo de Puerto Cabello y a las goletas patriotas, de las cuales solo una de ellas —y de chiripa— se salva. Angustiado, envía pedidos de ayuda urgente al coronel Bolívar. 

 

—¡¿Dónde hostia está Bolívar?! —pregunta en perfecto griego afrancesado el Generalísimo.

 

Miranda espera nervioso (comiéndose las uñas) al contraataque, a los refuerzos, a un milagro, es decir, a Bolívar y su Combo Latino, ya que aún no existían el VII de Caballería ni la Legión Extranjera. 

 

Peeero el coronel Bolívar no aparece, tiene una rolitranco de pea tras tres días de francachela por la boda de su pana Aymerich y resucita varios días después del pedido de auxilio mirandino. También Bolívar se entera en ese momento de que su propio castillo al mando, el de San Felipe, cayó en manos realistas sin que hubiese un tirito de triqui-traqui, manque sea.

 

 

«¡¿Que qué?!», dicen que le oyeron gritar a Bolívar cuando una sirvienta le despertó para informarle las noticias que había escuchado en CNN, ya que se habían agotado las ediciones de los periódicos El Nacional y Panorama. Otros afirman que fue por un mensaje enviado desde el castillo por el sargento preso-detenido desde 1810 por conspirador contra la Junta Suprema, Antonio Guzmán, futuro abuelo de Antonio L. Guzmán, presidente de Venezuela. Lo cierto es que Bolívar no estaba en el castillo y cuando recibió la noticia aún no había desayunado. 

 

El coronel Bolívar escribe una carta urgente (que aún existe en físico) al Generalísimo Miranda, donde apenado reconoce que no está en condiciones de ir en auxilio de naiden, ni de responder ni organizar nada, que solo quería tomar una sopita de papas o una sopa Maggy® de Pollo con Fideos, agua o Gatorade® y ponerse hielo en la cabeza para aliviar el mamarro dolor de cabeza por la resaca que tenía. 

 

Además, el coronel Bolívar solicita al Generalísimo en dicha carta que le conceda varios días para recuperarse de la mona y, de paso, enterarse de qué carajo había pasado en el castillo de San Felipe durante su ausencia ya que no comprendía ni el cómo ni cuándo había sido tomado por el enemigo realista.

 

Monteverde, desde el fortín tomado, sigue bombardeando la ciudad y arrasando las casas de Puerto Cabello. La soldadesca realista arenga a su jefe con un: "¡Daaale, daaale! /que tú puedes....", que luego pasaría a ser cántico obligado en las piñatas infantiles venezolanas. Monteverde está feliz, gozando una ola y parte de la otra porque tiene pertrechos, pólvora, internet y víveres —cómodo— para tres meses, según confiesa Bolívar a Miranda en otra carta. 

 

Otro detallito: los Corianos (un aguerrido destacamento de Monteverde) controlan las fuentes de agua dulce de la ciudad, por lo que los soldados patriotas defensores de Puerto Cabello tenían sobres de Mañanita®, Tang® y Kool Aid® en sus busacas, pero no había agua en las cantimploras donde menearlos. 

 

El ejército defensor, al mando del coronel Bolívar, no logra dar pie con bola: está en desventaja numérica; en posición de tiro al blanco de los realistas; sin agua potable; descontento; algunos soldados hasta arrechos porque les debían la última quincena; desmoralizado; y con cada vez más desertores. Tiene dos opciones: morir en el intento tratando de defenderse de la lluvia de balas y cañonazos que lanzaban desde las alturas del fortín o decir "paticas ¿pa qué te tengo?"  y sumarse a la población civil quien huía de la ciudad dejándola desierta. Adivina qué eligió la tropa... 

 

Miranda se rinde y firma el 25 de julio de 1812, en San Mateo, la capitulación ante el regente realista Domingo Monteverde. Chao pescao a la Primera República. No llegó al añito de vida.  

 

"A según" dicen, Monteverde, con la mano en el pecho, juró ante Miranda que perdonaría a todos, que ofrecería amnistía general (excepto a los delincuentes) si los insurrectos deponían las armas, pero unos mirones que estaban en las ventanas aseguraron que mientras lo hacía, con la otra mano Monteverde estaba pintando una paloma con los dedos. Y así fue, porque lo que vino para la población civil, fue candanga con burundanga: cadalso, persecución, cárcel, tortura, cadalso, muerte sin miramientos de clase social, ni posición económica, ni importancia histórica.

 

Sigo con el cuento. El coronel Bolívar, bastante chorreado tras la capitulación, se esconde en la casa del marqués de Casa-León. Arrestan a Miranda y a Bolívar (otros testigos afirman que solo a Miranda); eran jefes militares antimonárquicos y no podían salir lisos, sin embargo, les dan trato como los oficiales que son y de acuerdo a las normas de trato existentes para la época entre caballeros oficiales, es decir, no los muelen a carajazos ni los llevan a la cárcel La Tumba en El Helicoide. Ya esto comienza a oler raro, porque Monteverde venía fusilando a todos los oficiales republicanos. 


Bolívar canta a los realistas y luego ante los oficiales patriotas una conocida canción popularizada por la joven promesa del canto de esa época, la maracucha Lila Morillo: "Si te vienen a contar/ cositas malas de mí/ manda a todos a volar/ y diles que yo no fui". Se marcha con Miranda para La Guaira, con la intención de embarcar en la goleta Saphire, al mando del capitán británico Haynes, nave enviada desde Curazao por un pana de Miranda, el gobernador de esta isla, para llevarlos rumbo a Londres, donde al Generalísimo le esperan su esposa y sus dos hijos.

 

Un detallito: Miranda lleva consigo unos baúles con sus archivos personales y una platica del Ayuntamiento, 27.000 pesos de oro, que había escondido en secreto dentro de los baúles con la intención de financiar un nuevo ejército e iniciar la contraofensiva republicana. «¡Fuck!, ¿qué lleva usted acá, general, acaso piedras?, porque esto pesa un huevo. El flete lo cobraremos por peso y no por volumen» —comentó Haynes a Miranda cuando metieron los baúles en la goleta. 

 

también dicen que en los acuerdos de la capitulación se establecía que Miranda regresaría a su casa, en Inglaterra, sano y salvo a condición de que no regresara a Venezuela. Yo creo que Miranda pidió esa cláusula porque quería poner pies en polvorosa ya que en Venezuela no iba pa'l baile (bueno, es que ya no había baile, y además tenía cuentas pendientes con los españoles) y sabía que tarde o temprano las pasarían al cobro sin aviso y sin protesto. 

 

Miranda con sus macundales y su sirviente se aloja en La Guaira en una posada y le informa a este último que va a echar un pestañazo y que zarparían de madrugada a Londres. ¿Por qué carrizo no puso pies en polvorosa y se marchó si podía echar un camarón a bordo del Saphire ya cuando estuviese en altamar alejado de Monteverde y de los que pedían su cabeza? "Vayuste", es decir, vaya usted a saber. Un viejo zorro, héroe de Valmy y Tolón, general de la Revolución Francesa, Conquistador de las Bahamas, vencedor de los ingleses, coleccionista de vellos púbicos de las amantes que tuvo en su vida, incluyendo la reina Catalina de Rusia, y jefe Supremo de las fuerzas militares de mar y tierra de Venezuela, ¿cómo es posible que no haya intuido que tanto españoles como mantuanos lo tenían en la mira?

 

El general Monteverde, tal como los mirones de la ventana en el día de la capitulación alertaron, incumple los acuerdos firmados en la capitulación y, en la madrugada del día de la partida, los españoles le ponen los ganchos a Miranda enviándolo a la prisión La Carraca, en Cádiz, de donde no saldría vivo.

 

Dicen que fueron los propios militares patriotas e incluso ricachones mantuanos quienes entregaron a Miranda a los españoles, pero te preguntarás por qué si en verdad eso ocurrió, Monteverde no aprovechó y apresó a toiticos los oficiales patriotas que le llevaron el regalo; habría sido caída y mesa limpia patriota y sanseacabó.  Entre aquellos que entregaron a Miranda y lo llevaron al castillo en la Guaira (castillo El Príncipe, luego llamado El Zamuro) estaban Manuel Vicente de las Casas, gobernador militar de La Guaira, el doctor Miguel Peña, gobernador civil de esa ciudad, el marqués del Toro (resentido contra Miranda y quien junto con otros mantuanos había negociado entregarlo a Monteverde a cambio de que a ninguno de ellos le quitasen ni privilegios, ni propiedades, ni la vida) y Carlos Soublette, quien había sido nombrado a dedo por Bolívar como edecán del Generalísimo para que lo espiara.

 

A Bolívar no le ponen las esposas ni lo detienen, (¡qué raro!, esto me güele a tráfico de influencias), ¿por qué no tocaron a Bolívar si Monteverde lo tenía listo pa la olla y, además, venía fusilando sin miramientos a cuanto oficial patriota apresaba? 

 

Bueno, el chisme que no sabías es que el capitán Haynes, quien tenía a Miranda y a Bolívar presos-detenidos, recibió una misteriosa cartica escrita por el mesmísimo general Monteverde y, tras leerla, liberó a Bolívar y a otro señorito oligarca cuyo nombre se me escapa en este momento. A Miranda, se lo llevan encanado. Suena a "recomendación"; historia que según vemos no ha pasado de moda y sigue vigente en Venezuela.

 

Unos cronistas aseguran que fue Bolívar en persona quien entregó al viejo Generalísimo a los españoles. Otros aseveran que el Marqués del Toro (que estaba arrecho porque había perdido su cargo y se lo habían dado a Miranda) junto con algunos oficiales republicanos se reunieron para ver quién pagaba los platos rotos del desastre de la  capitulación y pérdida de la Primera República,  y concluyeron que debía ser "el hijo de la panadera" (Miranda era hijo de una panadera) y lo entregaron con una carta a Monteverde. Al fin y al cabo, no se sabe quién traicionó al Generalísimo. Mariño y Piar aseguraban que fue Bolívar. Existen pues, tres versiones como habrán leído si llegaron hasta acá.

 

Donde los historiadores coinciden es que Miranda, rumbo a Cádiz, rumiaba una vieja canción rusa: "Esa carta desgraciada/ puño y letra de mi amada/..." 

 

Sigo y resumo: Miranda con los ganchos puestos, rumbo a prisión en España debido al incumplimiento de Monteverde de los acuerdos de la capitulación. A Bolívar, quien también era un confeso y notorio comecandela antimonarquía española (aunque perdió el castillo por negligencia), revolucionario, jefe militar del fortín más arrecho venezolano y a un pana de él los dejan libres, sin cargos.

  

Váyasemen los dos derechito pa su casa, y no se vuelvan a meter en peo, ¿me oyeron?, porque la próxima vez ni Bambarito los salva. Y tú, Bolívar, el capitán general Monteverde te envía un pasaporte para que puedas ir de shopping y a visitar las playas en Curazao. 

 

¡Bochinchebochinche, esta gente solo sabe hacer bochinche! —dijo Miranda cuando lo apresaron y entregaron a los españoles.

 

La goleta Saphire con su capitán Haynes parte a Londres sin Miranda, aunque con su archivo personal, un bojote de manuscritos ultravaliosos que pasarían casi 100 años guardados en esa ciudad hasta que un historiador venezolano se entera de la cuestión y logra traerlos a Venezuela tras el pago en cash al dueño de turno de los documentos. ¿Y dónde están los riales?, pregunta que doscientos años después los venezolanos siguen formulando los venezolanos a cada uno de las autoridades de turno que cuando se sientan por primera vez en el coroto están limpios y cuando se levantan se van buchones.

 

Sigo. ¡Bolívar está LIBRE!  ¿Libre? ¿Acaso no era también un conspirador, un alzaíto y enemigo de la corona española? 

 

—¿Y-cómo-así queda libre, vea busté? —preguntarás. 

 

"Comenzaron los detallitos..." (Rubén Monzón Echenique dixit). 

 

Pues, arresulta que el segundo apellido del capitán general realista, Domingo de Monteverde, es Ribas. Su nombre completo es Juan Domingo Francisco de Paula José Rafael del Sacramento de Monteverde y Ribas.

 

¿Leítesss bien?: Monteverde y Ribas, ¡primo hermano del prócer patriota José Félix Ribas!

 

Curioso: un primo realista y el otro patriota, pero primos. ¿Y con quién estaba casado el prócer José Félix Ribas?, pues con María Josefa Palacios y Blanco, hermana de María de la Concepción Palacios y Blanco, mamaíta querida de Simón Bolívar. Por eso, J. F. Ribas era tío político del Simón. Así que el diálogo entre María Josefa y su marido, José Félix Ribas, no es difícil imaginar:

 

 

 

             ACTO PRIMERO

 

             MARÍA JOSEFA 

               (ALARMADA)

 

—José Félix, querido, ¿supiste que apresaron a Simoncito y dicen que lo van a montar en la jaula y llevar encanado a Cádiz?

 

 

          JOSÉ FÉLIX RIBAS 

           (TRANQUILAZO)

 

—Sí, lo sabía, amorcito lindo.

 

 

—Pues, me parece que debes ir a hablar con tu primo Domingo para que arregle eso y lo suelten. Simoncito, mi sobrino bello... pobrecito... sabes muy bien que yo velo por sus ojos desde que murió mi hermana, María Conchita, que Dios la tenga en su santa gloria.

 

 

—¡Ajá!, bien hecho. ¿Quién lo manda a ser revolucionario? Él sabía del berenjenal donde se estaba metiendo, pese a que se lo advertí, así que sarna con gusto no pica, y si pica no mortifica. 

 

 

                (MIMOSA) 

 

—Pero, querido esposo, así son los jóvenes: impetuosos, irreflexivos, incansables, fogosos, como tú cuando me llevabas detrás de la mata de mamón macho en el patio de mi casa, cuando no nos veían, ¿no te acuerdas?... 

 

                

          (CARRASPEANDO) 

 

—Bueno, María Pepa, pero ese arresto lo decidió mi primo Domingo, y ahora él es la autoridad máxima y quien da las órdenes en Venezuela. Donde manda capitán no manda marinero. 

 

                                    

                   (SERIA)

 

—Y acá en esta casa la autoridad máxima soy yo, así que te lo advierto, José Félix, o hablas YA con tu primo para que libere a Simoncito o a partir de esta noche dormirás en el sofá de la sala, ¡ah!, y olvídate de que te seguiré dando solomo de cuerito vuelta y vuelta en las noches.

 

 

               (ALARMADO)

 

—¡Pero mi amor!, no me eches esa vaina. Si yo no he hecho nada.

 

 

—Justo eso: no has hecho nada. Así que deja la pendejada y anda a hablar ya con tu primo: quiero a Simoncito libre y sin expediente.

 

 

—María Pepa, amor mío, no seas así. ¿Qué culpa tengo yo si la rana salta y se ensarta?

      

                 (ARRECHA) 

 

—¡Chito, no se hable más! Guerra avisada no mata a soldado. Desde esta noche cero lomito…

 

 

                     //////////

 

 

     JOSÉ FÉLIX RIBAS SE RETIRA

     (REZONGANDO EN VOZ BAJA) 

 

—¿Y yo qué tengo que ver en este entierro?... Si se enteran en el bar de mi compadre, Carlos Ríos-Lemoine, que estoy durmiendo en el sofá, seré el hazmerreír del Marqués del Toro y de Juan Germán Roscio. Todo por culpa de las vainas del sifrinito sobrino Simón. ¡Qué rechera tengo! 

                              

 

                        /////////

 

     

             ACTO SEGUNDO

 

ESCENA EN UN DESPACHO MILITAR CON DOS HOMBRES UNIFORMADOS UNO DE ASUL Y BLANCO, OTRO DE ROJO Y GUALDA

 

 

           JOSÉ FÉLIX RIBAS

              (PREOCUPADO)

 

—Coño, primo, estoy metido en un verguerón con mi esposa y necesito que me hagas un favor.

 

 

     DOMINGO DE MONTEVERDE 

                    (GUASÓN) 

 

—¡Hostia, Pepe!, ¿un lío con la macaurel esa de María Josefa?, ¡coñóóó!... No sé qué habrás o no habrás hecho, primo querido, pero si ella está arrecha contigo mi sugerencia es que pidas asilo diplomático urgente en Alaska, que se la van a vender a los gringos. Ji, ji, ji. 

 

 

—Sí, búrlate búrlate, Dominguín, estás graciosito..., te espero en la bajaíta, pero en parte es por tu culpa. 

 

—¿¿Mi culpa?? ¡Paso y gano!

 

—Sí, tu culpa... Primo, necesito un favor... 

 

—Decidme para qué soy bueno, bien sabéis que conmigo podéis contar, más ahora, cuando soy el mascalacachimba acá en la Provincia de Venezuela, y contimás si es para salvarte de la Inquisición con la tigra mariposa de tu esposa. 

 

—Se trata del sobrino de María Josefa, el coronel Simón Bolívar... 

               

                   FIN 1

 

 

Y así, Miranda salió engrillado rumbo a La Carraca para no salir vivo de allí y Bolívar quedó sin que los realistas lo tocasen ni le abrieran ficha policial.

 

 

Luego, unos desilustrados dijeron que Miranda traicionó a la República; otros, que Bolívar traicionó a Miranda; otros más allá, que Miranda y Bolívar se tenían tirria; que Bolívar entregó a Miranda a los españoles; que Miranda fue pendejo; que Miranda estaba huyendo robándose los riales de la Nación; que Monteverde le tenía ganas a María Josefa; que a Miranda lo compraron los realistas para que entregara los planos de las bases militares en La Havana (con "v", no con "b"); que fueron los militares patriotas instigados por el Marqués del Toro y algunos mantuanos quienes apoyaron el arresto a Miranda porque alguien tenía que pagar los platos rotos; que si patatín patatán..., pero ahora tú sabes la historia

        

                      FIN 2

----------

 

 

Esto ha sido otro apasionante capítulo de La historia fabulada según Bátrax, la Rana encantada. 

¡No pierda más su tiempo leyendo otros capítulos de esta serie, lea Cosmopolitan! 

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Dedicado a Carlos Bustillos Petit, en ocasión de su cumpleaños

 

Luis E. MARVAL HIDALGO.

7-6-2024 d. C.

 


Comentarios

  1. Jajajajajajajajajaja toda tu genialidad y creatividad reunida en tan lindo gesto. Le historia contada asi tiene otro son! Un abrazo fraterno desde los EEUU

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