Cuarentena. Día 27.
Querida madrina:
Te escribo para informarte que estoy bien, no tienes por qué
preocuparte por mi salud. ¿Cómo están por allí?
Yo acá sigo encuartado y encuarentenado.
Esta encerrona —debido al covid-19— la he llevado bien, con tranquilidad y todo está normal para mí. Hay que mantenerse sereno y confiado en que pronto saldremos de
nuevo a las calles, a retomar la cotidianidad de la vida. Por suerte no me he desesperado, como sí le ha ocurrido a muchos en esta cuarentena.
Los días transcurren aburridos,
aunque te comento que antier a los huecos de las paredes de mi cuarto los bauticé. Fue una ceremonia sencilla, caserita... lloré de emoción. Luego, a petición de ellos, comimos y bebimos juntos y jugamos barajas. No apostamos dinero porque los huecos estaban con los bolsillos vacíos.
Mi sombra y yo hicimos las paces. Hemos retomado nuestras sesiones de
tertulias vespertinas de historia universal; todo había sido un malentendido.
Observo que los vecinos que salen a los balcones a aplaudir a los sanitarios todas las
noches —a las 8 p. m. en punto— han
envejecido, pero como no nos tratamos no se los diré.
Y ni tienes idea, madrina, del progreso que he logrado mirando —por 6-8 horas continuas— el movimiento de izquierda a derecha del
péndulo en el reloj de pared en la sala.
Seguiré guardado en mi cuarto y guardando esta cuarentena, madrina. Aún no me atrevo a salir de casa porque he leído que las
personas andan como locas por las calles, y uno nunca sabe qué hará un loco.
Abrazos.
8-4-2020. Bátrax (a) Luis Enrique Marval Hidalgo. Rana Archives
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