Carta al Jurado
del Concurso Cartas de Amor
Por: Luis E. Marval
Hidalgo
Respetables
señoras y señores del jurado:
Es
riguroso iniciar esta carta con dos aclaratorias. La primera de ellas es la
relativa a la utilización en lo sucesivo del género neutro cuando me dirija a
ustedes, y es que –señores del jurado– me resulta más que odioso declararlos en
términos de: “Señoras y señores del jurado…”;
“… mis muy respetables señoras y señores… ”; “… estimados señoras y señores…”, etc., como fórmula banal para indicar en nuestro país mi
intención de no incurrir en segregación (sic) hacia ustedes, independientemente
del género o subgénero a quien correspondan, por lo que les comunico que mi respeto está
garantizado. La segunda (aclaratoria) es para decirles que esta carta no busca
que su autor tenga una figuración destacada entre los ganadores usando el viejo
recurso de “no importa cómo, pero jala”; que si bien lícita (las bases del
Concurso no la excluye como táctica de supervivencia) no sería ético de mi
parte, ni ajustado al leit motiv de
mi carta; es más bien… cómo explicarlo… una carta de amor a quienes tendrán la
tarea de leer y ungir –como jurado
que se precie de serlo– las cartas beneficiarias de los créditos que su
consumada experiencia, sindéresis y hasta toque de “a mí me parece que…” designen como finalistas y ganador del Concurso Cartas de Amor.
Si hasta acá esta esquela les ha parecido cargada de sorna, que conste en acta
que: “…el ciudadano aclaratoria hace que malentendido ha de ser, ¡pardiez!”; y, por el contrario, lo declaro sin dudar un instante: yo les admiro. Y es que no hay posibilidad alguna de
sentimiento diferente, señores del jurado. Resulta más que imposible ignorarles
u odiarles a ultranza por su trabajo (aunque verdad sea dicha, no sé cómo habré
de reaccionar de saberme no ganador; la carne es tan débil y el humano una caja
de sorpresas). Pues, les decía que ustedes son para mí unos héroes, algo así
como la Junta de Condominio de un edificio, que deben atender a la viejita protestona
(para no confundir con protestante) por:
“El bombillo que se quemó ayer en el pasillo frente a mi casa y no me han cambiado
aún”, hasta al más descarado moroso sinvergüenza que debe 3 años de condominio
(ahorro otros calificativos que son vox
populi), saludándole de manera
cortés y tragándose lo que en realidad les gustaría decirle. Sí, es indudable,
en comparación con ustedes, figuras como Julio César, Alejandro Magno, el 7.° Regimiento
de Caballería, Simbad El Marino y hasta el mismísimo Tribunal Supremo de Justicia
interpretando la Constitución en vivo y en directo, son unos niños de pecho. Son
ustedes, señores del jurado, quienes
tendrán que leer cuanta ocurrencia epistolar llegue a sus manos, de amateur o caza recompensas, de buena o mala calaña, corregir
imprecisiones sintácticas, comprender lo que el escribiente o su escriba trataron
de decir y en fin, abrir una brecha en sus vidas para dar paso al mar de
sentimientos que aflorarán con la lectura de las misivas del concurso, arruinándoles
el cafecito de las tardes. Si eso no es para alabarlos, para amarlos sin condición
como cualquier fan de grupo de rock and
roll, pues, entonces es porque se es de otro mundo. Solo pensar en que su
estoicismo les puede enfrentar ante el hecho de tener que leer una carta de
amor emitida por algún ministro, gobernador o embajador del actual gobierno y tener
que evaluarla, hace que se me ponga la carne de gallina, más si se trata de uno
de esos inefables escritores surgidos del seno de la concepción socialista. Ni
pensar el que pudiesen descubrir que una de las flamantes cartas galardonadas
fuese la obra intelectual de uno de tales personajes. Ya imagino la escena ante
semejante reto, con ustedes otorgándoles el premio ante un parpadear de flashes
de la prensa y mirando a la cámara con sonrisa de primera finalista de concurso
de Miss Venezuela. Eso es para que desde el ignaro hasta el erudito les reconozca
valentía ante los deportes extremos, por lo que menos que colocarlos en un
altar de héroes anónimos sería inadmisible; entonces ¿cómo no escribirles una
carta de amor? De manera honesta, no quisiera estar en sus zapatos señores del
jurado… así como tampoco en los de los miembros de la Junta de Condominio.
Les
ama y admira profundamente:
Bátrax
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